martes, 26 de abril de 2011

La Sincronía: cuando todo sale mejor de lo que esperamos.



La Sincronía es la forma en la que nos conectamos con los demás seres humanos y con el universo mismo a partir de nuestros pensamientos. Cuando somo felices ahora, tenemos pensamientos felices que conectan con los pensamientos felices de otras personas en cualquier parte del mundo, en un intercambio de energía pura.

Todos tenemos experiencias sincrónicas, tanto buenas como "malas". A todos nos ha pasado alguna vez, que pensamos en un amigo(a) al que tenemos mucho tiempo sin ver y en ese momento recibimos una llamada suya o le encontramos en la calle. O hemos escuchado historias de madres que en el preciso momento en que le pasa algo malo a su hijo, experimentan una extraña sensación de angustia... así su hijo se encuentre a cientos de kilómetros de distancia. Todo esto no son más que conexiones de pensamientos e intercambios energéticos con el universo.

Cuando creemos en esto y generamos pensamientos de felicidad nos ocurren cosas increíblemente buenas. Por ejemplo:

lunes, 25 de abril de 2011

¿Puedes dibujar un rectángulo con tres líneas?



Estamos varios adultos y dos niños en la piscina de la casa de playa de una familia amiga y en medio de una conversación salta un acertijo: ¿Puedes dibujar un rectángulo con 3 líneas? Inmediatamente mi mente comenzó a retorcerse y buscar posibles soluciones sin encontrar ninguna. Hago trazos con mi dedo en la orilla húmeda de la piscina, entre gritos de los dos pequeños que dicen ¡yo se como! ¡yo sé! Y luego me asalta la absurda inseguridad de ¿cómo es posible que dos niños sepan resolver el acertijo y yo no? Hago un par de intentos torpes y al fin abandono la búsqueda. ¡Me parece imposible!

Mi anfitriona, adulta como yo, me da una pequeña pista: "un experto nos aseguró que un niño siempre encuentra la solución al acertijo... ¡haz la prueba!" A todo esto uno de los pequeños ya estaba haciendo trazos resolviendo el acertijo de lo más fácil. Y no pude más que sonreír...

miércoles, 20 de abril de 2011

Soñar como niños.

Tengo apenas 10 años y leo las tiras cómicas del periódico. Paso las páginas y llego a una sección especial en la que se habla de Quino, el creador de Mafalda. A mis 10 años me doy cuenta de que hay gente en el mundo cuyo trabajo es inventar personajes e historias y dibujarlas para el deleite de miles de personas alrededor del mundo. Y en este momento quiero ser un caricaturista.

Tomo lápiz y papel e invento personajes, hago chistes que nadie entiende, me toca explicarlos una y otra vez, me imagino a mí mismo dando una entrevista en el periódico sobre mis personajes, trabajo... y al final me aburro, porque a fin de cuentas todo es un juego.

Cuando somos niños, creemos que nos basta simplemente desear ser algo para conseguirlo. No lo dudamos. Tenemos miles de visiones de nosotros mismos siendo grandes. A mis 10 años me imagino siendo zoólogo, arquitecto, caricaturista, dibujante de Disney y hasta compositor de orquesta sinfónica. Nunca me pregunto cómo se hace para llegar a ser todo esto. Ignoro si en mi país existen escuelas que formen al respecto, el costo, las posibilidades de mis padres...

Estamos convencidos de que basta decidir qué queremos ser, para llegar a serlo. ¿Porqué esto tiene que cambiar?

En El Nuevo Testamento, como en otros libros religiosos y espirituales, se nos habla de ser como niños. Sin profundizar demasiado en eso, por simple sentido común podemos encontrar algunas acciones infantiles que pueden hacernos mejores en todo sentido:

martes, 19 de abril de 2011

¡La vida es un segundo!

¡Hola! En este momento estoy naciendo en un hospital estatal, en una provincia de un país del tercer mundo, que apenas es conocido por el mismo mundo. Es noviembre de 1979, el doctor me ha dado tres nalgadas y he empezado a llorar. Siento cómo mis pulmones se llenan de oxígeno por primera vez y experimento un molesto dolorcillo. ¡Pero estoy feliz! Al fin conoceré a mamá y a papá, de quienes sólo había escuchado su voz y algunos discos de música clásica de él y otros más de Joan Manuel Serrat que son de ella. ¡Me encanta Serrat! Ahora estoy ya en nuestra casa, en una populosa colonia de mi provincia natal. Mi mamá gana un salario mínimo del tercer mundo. Mi papá es un cantante muy bueno y se hace un sueldo similar al de mi mamá. Si sumaran lo que ambos ganan en un mes, no reunirían ni para comprar un iPod en un país desarrollado. Yo tengo unos días de nacido y no entiendo de eso. Mi mamá me alimenta con lo mejor de su ser y soy totalmente feliz...